Conozco a personas tan infelices
que ya no son capaces de albergar felicidad
y contagian su desdicha a todos cuantos las rodean
Llenas de autocompasión y rabia
están convencidas de que la culpa de todo
la tienen los demás
o la mala suerte
También conozco a personas infelices
que se convencen a si mismas de que son muy felices
y así lo proclaman a los cuatro vientos
porque si callaran y escucharan en su interior
se darían cuenta de que quizá no sea tan cierto
Y conozco a personas que son felices y,
conscientes de su felicidad
son capaces de apreciarla
de conservarla, de hacerla crecer
y de transmitirla
y lo hacen sin decir nada
La esperanza es oscilar entre la verborragia y el silencio
y quedarse, al fin, en el silencio
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